LAS MUJERES BAUTISTAS EN MIAHUATLÁN DE PORFIRIO DÍAZ, OAXACA.

Ángel Christian Luna Alfaro

Capítulo I

Las mujeres en la Historia De la omisión al análisis de las acciones de las mujeres A través del tiempo

 

1.1 Aclaraciones previas

El presente manuscrito, tiene la intención de enlistar algunas disertaciones y enfoques generales sobre la manera en que se ha efectuado el estudio de la Historia de Occidente (Europa), así como la forma de plasmarla (historiografía) a través de algunas temporalidades. El propósito que se persigue, es mostrar los cambios que ha sufrido la misma, los nuevos aportes que le han sido añadidos, señalando, en este sentido, las circunstancias contextuales que han orillado a los y las especialistas de la disciplina, a visualizar, describir y analizar a las mujeres como actrices históricas apoyándose, para este fin, de otras disciplinas sociales.

Uno de los enfoques teóricos que se plantearán a lo largo de este ensayo, será el de género, mismo que me invitó a poner atención en la ausencia de las sujetas femeninas en los discursos historiográficos en diversas épocas de las sociedades europeas. La intención de recurrir a este elemento teórico, consiste en enfatizar un análisis de los porqués y/o motivos (contexto), que orillaron a suplir a los actores históricos, por actrices que han figurado en el escenario de los procesos sociohistóricos. Los tópicos que se resaltaran al respecto, serán, en primer término, la forma en que se ha elaborado la historiografía clásica (griega y romana), considerándola como un instrumento que ayudó a erigir sistemas de gobierno y culturas patriarcales, herencia que a la fecha se puede experimentar en lo que hoy se concibe como Latinoamérica (espacio occidentalizado ).

El siguiente punto que se tocará, será rescatar algunos de los aportes de diversos historiadores e historiadoras, así como otros y otras especialistas en el ámbito de las Ciencias sociales, que se han preocupado por la visualización, análisis y reflexiones referentes a la historia, identidad, conformación sociocultural, psique, entre otros tópicos, de las mujeres.

Resulta necesario aclarar que este documento no pretende ser una revisión exhaustiva sobre los temas sugeridos, este escrito, apenas será un listado de autores y autoras que condicionados por diversos momentos y espacios (hechos históricos), al leerlos, me dieron las ideas para concebir cambios o posturas al respecto de la manufactura de la Historia, historia de las mujeres, el enfoque y teorías al respecto de la categoría de género, las nuevas realidades socioculturales y la propuesta para efectuar una historia de la cultura de género. El aporte que considero brindar, recae en ubicar y resaltar el ambiente socioeconómico que rodeaba el cambio de discurso y formas de pensar la historia, considerando de suma trascendencia, observar los fenómenos migratorios, como producto de escasos medios de manutención capital, caos social que ayuda y provoca la visualización de nuevas sujetas y sujetos históricos, que se ven obligados a cambiar su rol de género para subsistir en sociedades cada vez más complejas y heterogéneas.

Una de las preocupaciones recurrentes en el proceso de exposición del presente ensayo, tiene que ver con lo referente a resaltar a la religión como institución de gran influencia en el ejercicio de las disciplinas sociales (historia, antropología, filosofía, etc.). Así que a lo largo del escrito se anexará como un elemento que condiciona, ciertas posturas en el hacer, pensar y disertar el quehacer historiográfico y científico-social, en culturas occidentales y occidentalizadas.

Se concluye el escrito, con lo que a mi parecer es el resultado de este proceso evolutivo, en torno al cambio discursivo historiográfico, antropológico, sociológico, filosófico, (entre otros): el enfoque de género, siendo su principal ofrecimiento una categoría de análisis para entender la circunstancia de las mujeres en estructuras sociales patriarcales y androcéntricas, su historia, cultura, retos y miras a futuro. Bien cabría aclarar que el concepto de género permite analizar la relación entre hombres y mujeres en diversos tiempos y espacios. Se pretende enfatizar el estudio en el caso de México (como un ejemplo de nuestra realidad espacial y temporal inmediata), describiendo las perspectivas, avances, resultados y propuestas en cuanto a los estudios de género.

1.2 La historia escrita por hombres, para los hombres

El estudio de las acciones humanas a través del tiempo, mejor conocido como Historia (en el sentido clásico), ha sido un ejercicio efectuado principalmente por hombres. Resulta normal escuchar y leer las hazañas e historias de "los hombres" y familiarizarnos con la construcción de diversas crónicas que argumentaban la división de roles desde los tiempos llamados prehistóricos. Entonces, la historia se ha escrito con "H" de hombre, sin miramientos o condescendencias para con las mujeres.

Por el lado de la historiografía clásica, cómo olvidar a un Heródoto, Polibio, Tucídides, Tácito, Tito Livio, Jordanes o Casiodoro. Todos ellos, aparte de ser varones, escribían sobre los hombres, sus grandes hazañas, la fortaleza, ímpetu y gloria que lograron con el paso del tiempo. Creando héroes de leyendas, auténticos ejemplos a seguir, avalados por los gobiernos y deidades en turno.

Al efectuar una lectura sobre sus escritos, no se podía evitar notar la creación mediante sus escritos sobre un mundo exclusivo para los hombres. Esta manera de hacer historia, estaba condicionada por los tiempos y cultura que les tocó vivir. Eran las épocas donde las bestias de carga valían más que una mujer. El nacimiento y adopción del cristianismo por parte de los vestigios del Imperio romano, agudizaron la situación. La tradición patriarcal judeo-cristiana se ajustó a la cultura masculinizada de los romanos. La fusión del Estado o sistemas de gobierno, con la iglesia cristiana católica, formó una mancuerna que continuó con una tradición donde la mujer, cuando llegó a figurar, lo hizo en segundo plano, viéndose obligada ésta, al sometimiento de los designios divinos, gubernamentales y los del marido. Pensando a la misma como una extensión del hombre, concibiéndola como la mujer, hija, hermana o madre de ellos.

En este sentido, podemos entender uno de los porqués al respecto de "bautizar" a los territorios geográficos como "patrias (fatria)", pensando a una nación como un "padre" que brinda elementos básicos a una población para su orden y subsistencia (considerándolos como hijos). Las ideas o posturas construidas por los viejos historiadores se ajustan correctamente con el paso del tiempo, ante las exigencias de las incipientes naciones para los fines de sometimiento y control social. Educar bajo esquemas donde los grandes hombres, héroes plasmados en bronce (bustos alusivos al personaje histórico que adorna una plaza, parque o sitio público), con miras a crear futuros defensores de la patria, dieron paso a erigir sociedades androcéntricas, alentadas por los gobiernos, situación que incitó a la participación masculina en el terreno de lo público (trabajo, política) relegando a la mujer al ámbito privado (hogar, labores domésticas, cuidado de los hijos e hijas). Esta especie de "culto" hacia el hombre y sus acciones, se fortalecieron con sociedades religiosas monoteístas (principalmente), donde como es sabido, el varón es el que puede asumir puestos de dirigencia importantes (en el caso de algunas iglesias evangélicas y protestantes cuentan con variantes al respecto, ordenando pastoras u dirigentes).

Las mujeres en la edad media son moldeadas al gusto de la visión patriarcal, gracias al monopolio de la iglesia católica y su vínculo con el Estado. Las mismas son construidas gracias al apoyo de textos sagrados tales como la Biblia. Muchas suelen construir su identidad a partir de las citas bíblicas e imágenes utilizadas, tales como las vírgenes y/o mujeres piadosas, siendo la figura de María, madre de Jesús, el símbolo hegemónico a seguir para las mujeres de aquellas épocas. Las ideas de sacrificio, amor y entrega incondicional al esposo e hijos/as, así como de la hetero-normatividad, virginidad femenina, ausencia del ejercicio del placer sexual y maternidad como elementos identitarios de la feminidad, se gestan y toman forma para esta época de la historia.

Resulta innegable que la Edad Media, se trazó con una acentuada influencia masculina que potenció la idea de sumisión e inferioridad de las mujeres, así como al sometimiento de las mismas a todas las necesidades y requerimientos de una sociedad patriarcal y católica. Esta tradición llegó a institucionalizarse de tal manera que al menos en Europa, la misma historiografía continuó con una línea masculinizada hasta mediados del siglo XIX.

El Renacimiento (siglo XV) brinda un respiro a las mujeres, siendo las mismas obras de arte tales como la pintura y la escultura, dos de los principales vehículos culturales que resultan pilares fundamentales dentro de la educación formal e informal, que ayudan a fomentar nuevas percepciones al respecto de las mismas, surgiendo otras posibilidades de concebir el cuerpo femenino, más allá de las nociones religiosas conservadoras (predominantemente católicas), resaltando aspectos tales como el erotismo, el desnudo y la belleza; valdría aclarar que no se omite o minimiza la maternidad y la religiosidad (abnegación, llanto, sufrimiento) en las expresiones de artistas tales como Miguel Ángel, Leonardo o Rafael (entre otros) en sus Madonas.

El descubrimiento de nuevas rutas comerciales y como resultado de esto, la noción sobre la existencia de nuevas formas de vida, propone al viejo mundo, un problema para intentar aprehender nuevas realidades culturales, minimizadas por el discurso oficial de la iglesia católica por siglos. A partir del siglo XVI, hasta nuestros días, la humanidad se somete a un proceso acelerado de construcción de nuevas tecnologías, desarrollo de la ciencia y aplicación de la misma para el servicio de lo que más adelante fue denominado como capitalismo. Este sistema económico y sociopolítico, se apoyó y explotó tanto a hombres y mujeres por igual, no importándole la edad u origen socioeconómico de las personas. Todos y todas, eran por primera vez, importantes para los reinos; siendo la fuerza de trabajo el factor esencial para la producción y acumulación de capital.

Lutero para 1521, innova varios aspectos del cristianismo, posicionado a los Estados del norte de Europa en las dinámicas de competencia por la acumulación del capital en el mundo. Dentro de muchas de sus iniciativas, fomenta la participación de las mujeres al interior de las iglesias denominadas protestantes. Siendo el papel de madres y esposas, uno de los esenciales en los procesos educativos del mundo privado (el hogar). A diferencia del catolicismo, Lutero sugiere que los líderes religiosos protestantes, mejor conocidos como pastores, podían casarse y tener descendencia. Esto último incitó a las mujeres a asumir un rol importante en la economía y formación moral de las familias de países hoy conocidos como Alemania y Holanda (entre otros). Pese a que las mujeres no dejan de figurar en un rol secundario en estas nuevas estructuras, uno de los aspectos a resaltar sería, la visualización y la inserción de las mismas al mundo del conocimiento bíblico, aspecto que las llevó a desarrollar habilidades tales como la lectura y escritura, destrezas hasta ese tiempo, reservadas predominantemente para los hombres. Los siguientes pasos serían aquellos que podemos notar en la actualidad, liderazgos precedidos por mujeres, hasta llegar al grado de pastoras en diversas comunidades religiosas evangélicas y protestantes.

En torno a la historia de la ordenación de las mujeres como pastoras, el Pastor Bautista Wilbur Skeels comenta:

La concesión o la negación del reconocimiento a mujeres calificadas para ser pastoras o diáconos, es una de las marcas más visibles de la teología y práctica de la iglesia. Por mucho tiempo ha sido una cuestión de debate entre los bautistas. Los primeros bautistas en 1609 aceptaban a las mujeres como diáconos, pero un poco después, cuando la teología ultracalvinista llegó a dominar la enseñanza bautista, tal cargo casi desapareció de la práctica bautista. Las mujeres fueron consideradas como miembros de iglesia de segunda clase las cuales no eran dignas de la ordenación. En cambio, se empezó a usar el término "diaconisa" como una designación más humilde y el papel de ellas fue claramente delineado como uno de servicio antes que de liderazgo. Con la ordenación de May C. Jones como pastora el 9 de julio de 1882 por la Asociación Bautista de Puget Sound en la Convención Bautista del Norte (cuerpo antecesor de las Iglesias Bautistas Americanas USA) poco a poco las actitudes comenzaron a cambiar, gracias a la decadencia que experimentó en el siglo veinte el calvinismo rígido de épocas pasadas. Un sentido de libertad más amplio empezó a extenderse dentro de la vida bautista. Sin embargo, el número de mujeres ordenadas como pastoras permaneció bajo hasta los años 70, después que la Convención Bautista Americana adoptara en 1965 una resolución afirmando la igualdad de las mujeres y abogando por su ordenación. Con todo, el porcentaje en general de mujeres sirviendo como pastoras en congregaciones Bautistas Americanas se ha mantenido en números muy bajos. Las estadísticas más recientes indican que hay alrededor de unas 400 pastoras o sea menos del 10% de todos los pastores de ABC-USA. Cerca de una tercera parte de todos los pastores asociados son mujeres. No hay estadísticas en cuanto a mujeres "diaconisas" (Skeels, 2007).

La revolución industrial (Siglos XVII y XVIII) echó mano de las mujeres para sus fines de enriquecimiento y explotación inmoderada. El capitalismo salvaje no fue discriminatorio de los géneros humanos; personas pertenecientes a diversas edades y sociedades, fueron insertadas en el arduo proceso de expansión, desarrollo y civilización europea, siendo las mujeres, por su condición biológica y/o reproductiva, las menos beneficiadas por las fábricas, agudizándose las desventajas ya señaladas por Artous (2007), resultando despedidas de su trabajo, sin mayor miramiento, al enterarse el patrón de su condición de embarazada o madre, considerando a estas últimas, para el caso de no estar casadas bajo el aval de una religión, como inmorales o impuras, convirtiéndose en un riesgo para la moral y las buenas costumbres del centro de trabajo y sus dueños.

Antes de la Revolución Francesa, durante el antiguo régimen monárquico que se desperdigaba en casi toda Europa, la desigualdad jurídica de los miembros de la sociedad era la norma. Nobles y clérigos gozaban de privilegios (exención fiscal, monopolio de los altos cargos públicos, leyes y tribunales especiales) vedados a la gran mayoría de la población (el tercer estado o estado llano). La ausencia de derechos políticos (voto) y libertades (expresión, reunión, religión) era otra característica clave del Antiguo Régimen. En el caso de las mujeres, la mitad de la población, a todo lo anterior se le debía unir su función social circunscrita a lo doméstico, a las labores de la casa, de la procreación y del cuidado de los hijos; y su subordinación legal al hombre, padre o esposo.

La Revolución Francesa (1789) y las demás revoluciones liberal-burguesas plantearon como objetivo central la consecución de la igualdad jurídica, las libertades y derechos políticos. Pronto surgió la gran contradicción que marcó la lucha del primer feminismo: las libertades, los derechos y la igualdad jurídica que habían sido las grandes conquistas de las revoluciones liberales no afectaron a la mujer. Los "Derechos del Hombre y del Ciudadano" que proclamaba la revolución francesa se referían en exclusiva al "hombre" no al conjunto de la humanidad (mujeres y hombres). Si buscamos el concepto feminismo, resultaría claro no encontrarlo para estas fechas. Lo que si podemos notar es una lucha, al menos desde las altas esferas, donde se encontraban mujeres que habían tenido la fortuna de efectuar estudios formales, pero sobre todo estar cerca de las elites masculinas, e iniciar la discusión sobre la posibilidad de crear los medios necesarios para ellas pudieran figurar en la repartición de los puestos de poder. En este período es importante mencionar a Olimpia de Gouges, considerada como pionera del "proto-feminismo" surgido de la Revolución Francesa.

A partir de aquel momento, en Europa Occidental y Norteamérica se inició un movimiento social conocido en un futuro como feminismo, que planteó la lucha por la igualdad de la mujer y su liberación del yugo masculino. Durante ese período, el principal objetivo del movimiento de las mujeres fue la consecución del derecho de voto. Nacía así el movimiento sufragista .

El siglo decimonónico presenta una fractura en la manera de visualizar y entender a la mujer, ambas divergentes. Por una parte, los avances científicos y positivistas, argumentan con más fuerza, que la mujer, biológicamente es más débil que el hombre, pensándolas y concibiéndolas como seres sentimentales y no racionales, brindándole la contraparte, obviamente al varón. En el otro lado, Marx, pone en tela de discusión la hegemonía sobre los escritos en el terreno de la historia y otras tantas disciplinas existentes. La historia de los otros (pero todavía no de las otras), comenzó a discutirse de manera más analítica, considerando precisamente como motor de la misma historia a la lucha de clases. Obreros, campesinos, entre otros, comenzaron a figurar como alternativas o actores sociohistóricos, que aspiraban a la democratización del poder.

Si bien es cierto que Marx, no llegó a resaltar la participación de la mujer en la historia de Europa, su legado fue retomado en las primeras reflexiones del feminismo (siglo XX), heredando esquemas y posibilidades para pensarlas e iniciar la discusión de las circunstancias de nuevos actores (actrices), invitando a escribir historia más allá de los "grandes hombres", proponiendo una historia desde abajo, o sea de aquellos que colaboraron en las guerras, movimientos sociales y la construcción de la riqueza de lo que hoy consideramos como potencias europeas. En el libro de Antoine Artous (2007), podemos notar algunas de las aportaciones de Engels y Marx para detectar en el devenir de la historia Los orígenes de la opresión de la mujer . Uno de los tantas reflexiones de este autor, es el rechazo de la tesis de Engels, referente a la supuesta existencia de matriarcados primitivos, argumentando que la opresión masculina para con las mujeres, tiene un origen en el débil desarrollo de las fuerzas productivas por parte de ellas, siendo el factor del embarazo (la reproducción humana), ese aspecto que las condena al mundo privado (hogar), potenciado a los hombres a la vida pública o social, en su papel de proveedor de la familia.

Cabría recordar que es precisamente Federico Engels (2000) en su texto titulado: El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, donde se brinda un primer acercamiento sobre las condiciones de las mujeres en términos histórico-sociales, en los albores de capitalismo (siglo XVIII y XIX). En el capítulo titulado La Familia, es donde resaltan diversas preocupaciones del autor hacia los roles que han jugado las mujeres en los procesos de conformación de las familias a través de los años y en diversos lugares del mundo.

Engels argüía:

"En el antiguo hogar comunista, que comprendía numerosas parejas conyugales con sus hijos, la dirección del hogar, confiada a las mujeres, era una industria socialmente tan necesaria como el cuidado de proporcionar los víveres, cuidado que se confió a los hombres. Las cosas cambiaron con la familia patriarcal y aun más con la familia individual monogámica. El gobierno del hogar perdió su carácter social. La sociedad ya no tiene nada que ver con ello. El gobierno del hogar se transformó en servicio privado; la mujer se convirtió en la criada principal, sin tomar ya parte de la producción social. Sólo la gran industria de nuestros días le ha abierto de nuevo –aunque sólo a la mujer proletaria- el cambio de la producción social…" (Engels, 2000).

Aunque las raíces del feminismo las podemos hallar, como ya se ha expuesto, desde tiempos de la revolución francesa, es durante el siglo XIX donde las circunstancias socioeconómicas se prestan para iniciar una reconfiguración de los roles de género al interior de sociedades bastante complejas como las europeas. A continuación, haremos una breve exposición de momentos y lugares que dieron paso a dicho movimiento, a partir del texto de Eric Hobsbawm, Historia del siglo XX 1914-1991 (2006).

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